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el periodico de saltillo

Marzo 2018

Edición No. 349


El desastre financiero y las elecciones

Jorge Arturo Estrada García.

"Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía.
Anaxágoras.

“Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas.”
Mario Benedetti.


El desastre financiero en Coahuila es enorme. Es un lastre que frena el desarrollo. Actualmente, el crecimiento es inercial, con actividades de mano de obra barata como base. No hay proyectos estratégicos para el desarrollo, ni tampoco para llevarlos al cabo. Así, sin buenas noticias, ni optimismo para el futuro. Todo esto enmarcado en la desconfianza y el rechazo hacia la clase política que van en aumento, el clima social y político se complica. La indignación se va acumulando, la impunidad la alimenta. En las elecciones de julio próximo estas variables se manifestarán con fuerza.

Luego de los derroches inexplicables del sexenio de Humberto Moreira, las contrataciones de deuda al vapor, con acuerdos logrados con las tasas de interés más altas del país, la entidad ha quedado paralizada en cuanto a la implementación de proyectos estratégicos de desarrollo y calidad de vida. El rezago del estado es evidente y la paráli- sis gubernamental también.

A cada momento las instituciones estatales y municipales padecen y evidencian la escasez de liquidez, el desastre que encontraron es enorme. En eso, se ha focalizado el arranque de las administraciones de las principales dependencias en el estado: Gobierno estatal, ayuntamientos y la UAdeC, y las otras universidades. Jorge Alanís tendrá que sortear el desastre que dejó Blas Flores en rectoría, y por el momento no se percibe que pueda con el paquete, al interior de la comunidad universitaria lo consideran como un impuesto, emisario del pasado. En Finanzas estatales, Blas Flores tendrá que sacar la cara por los faltantes en la universidad y las necesidades de pedir más dinero prestado, luego del paso de Ismael Ramos y Jesús Ochoa Galindo. Una chulada, el Grupo Saltillo de Chema Fraustro manoteando los recursos de las instituciones que ellos mismos ayudaron a empinar y fingir que pueden con el paquete, luego de sus sonados fracasos.

La transición de los poderes en el Palacio Rosa y en los principales municipios ha sido poco tersa, demasiados errores; demasiados misterios, escasez de circulante y grandes deudas son la constante. Lo mismo las críticas a las anteriores administraciones por excesos, negligencias y sospechas que son tratadas en los medios sistemáticamente.

Para rematar, entramos de nueva cuenta a un proceso electoral en donde los participantes serán casi los mismos a quienes hay que desprestigiar por aspirar a la reelección o a un nuevo puesto, como los casos de Jorge Zermeño, Manolo Jiménez, Jericó Abramo, Fernando de la Fuentes e Isidro López. El propio gobernador, Miguel Riquelme y su alcalde interino Jorge Luis Morán han sido señalados por descuidos con que se manejaron programas e instalaciones durante su gestión en Torreón, aunque con menos estridencia.

Riquelme, se ha vuelto cauto y transita con bajo perfil. Inició cauto y sin dinero, forzado a los recortes, con una megadeuda impagable; sin liquidez, pidiendo fiado y prestados casi mil millones; con los integrantes del moreirismo y del PRI exigiendo posiciones y recompensas; con su grupo, muy limitado en tamaño y experiencia, adaptándose a las nuevas circunstancias.

Para rematar, está forzado a ganar las elecciones presidenciales del julio próximo. Se lo debe a Rubén, a Peña Nieto y a Ochoa Reza quienes gestionaron su victoria. Adicionalmente, tiene que recuperar Torreón, Acuña, Monclova y demás bastiones opositores y no perder Saltillo. Sus candidatos son muy débiles, pocos prestigiados y sólo la maquinaria electoral los salvará. Pero ya no están Rubén Moreira y David Aguillón en el PRI Coahuila. Ahora ellos tienen unas tareas enormes, tal vez superiores a sus fuerzas: no dejar ganar a la oposición y que los votos de Meade sean suficientes para llegar a Los Pinos; nada más y nada menos.

Posiblemente será la elección más sucia en la historia, como pasó hace seis meses en la entidad. Así lo demandan las circunstancias, el ambiente político y social es turbulento. Así se diseñó el modelo Coahuila, para ganar en condiciones muy adversas para el tricolor. Entonces, haciendo uso de todo el repertorio de los mapaches, los ingenieros electorales y demás trucos que aprovechan la mediocridad de los opositores, los institutos electorales y los medios se van construyendo las victorias, etapa por etapa, y casilla por casilla en la jornada electoral. Las viejas mañas van desde los candados sellados con silicón en las puertas de las casillas más importantes para la oposición, actas borrosas e legibles para obstaculizar al Prep y los conteos de los opositores, fomentar el ausentismo de representantes de partido y funcionarios de casilla, hasta contar con magistrados del Trife dispuestos a dar fallos descabellados para hacer ganar al tricolor. El catálogo es extenso.

En Coahuila se decidió enturbiar aún más las cosas para desprestigiar a los opositores. Desde el poder se habla de dinero desviado, faltante y desaparecido, pero no en la Megadeuda y empre- sas fantasmas sino en municipios menores. La auditoría estatal del inefable Armando Plata se ha vuelto protagonista con sus reportes que sirven para levantar procesos judiciales contra personajes opositores, exalcaldes y algún priísta caído en desgracia y convertido en chivo expiatorio.

El bizarro sistema estatal anticorrupción, que no representa a los ciudadanos y que deberá obedecer los designios de quienes los eligieron y les pagan es el encargado de llevar adelante los procesos. Selectivos, escasamente preparados, poco comprometidos y sometidos a los designios del Palacio Rosa quien los eligió. Divorciado de la sociedad y sin respaldo social, deberían intentar lograr prestigio en el tema, ellos no son líderes sociales, por más que sean personas inteligentes y preparadas. De esta primera camada se espera muy poco.

Los tres partidos principales en la entidad llevarán todos sus defectos de comunicación que los llevaron a no ganar. Ni Jericó ni Verónica Martínez tienen prestigio y carisma entre los coahuilenses como para remontar el voto antipriista, tendrán que aplicarse en el voto por tierra, los operadores electorales y hasta los mapaches. La elección será muy cerrada.

Guillermo Anaya y Esther Quintana son buenos perfiles, pero malos candidatos, sus campañas parecen destinadas a perder y sus triunfos han sido de cachavotos y circunstanciales en las últimas campañas. Ambos vienen de sendas derrotas, ambos fallaron en atraer a nuevos votantes y en canalizar el voto útil. Se quedaron estancados en la misma franja de votación panista, y eso no alcanza para ganar en todas las circunstancias.

Armando Guadiana, pese a ser un excelente perfil, hace campaña ante el espejo, sin conquistar amplias capas de votantes indignados. Su mensaje no tiene alcance, luego de dos años de campaña sólo el 50 por ciento del electorado lo conoce, es un ejemplo de pésima comunicación. Actualmente buscará subirse a la ola morenista que surgirá en la entidad a niveles inéditos. Sin estructura partidista ni presencia real, Morena Coahuila tendrá muchos votos por el arrastre de López obrador, el desencanto por el PRI y el PAN. Habrá voto del miedo y de castigo. Miedo al cambio y a que se queden las cosas igual. Miedo a que llegue un personaje como Andrés Manuel que no ofrece certezas. En tres elecciones se ha presentado como un personaje distinto, ya sabemos que no es de izquierda, que no es liberal, que no es juarista, que es religioso con alusiones a lo moral. A la virgen morena y su alianza con los cristianos. Es un proyecto casi indescriptible.

Desde su púlpito Obrador pregona honestidad, pero arropa a personajes muy cuestionables, ofrece perdón a narcotraficantes asesinos e impunidad a políticos corruptos. Oferta amor y paz y que con su sola presencia en Los Pinos todos los males desaparecerán.

Para los observadores de la política, los tiempos actuales de la postverdad, el cinismo y la incongruencia monumentales, serán muy interesantes. La guerra sucia será la tónica de las batallas. La indignación ciudadana y sus potenciales explosiones serán el escenario. Y la incertidumbre acerca de los proyectos, perso- nalidad, potencial y propuestas de los candidatos la constante.

En lo local los alcaldes candidatos como Manolo Jiménez, Paredes y Jorge Zermeño seguirán con su discurso triunfalista, pero sin dinero ni liquidez, sin consolidar expectativas reales; con programas a largo plazo poco apreciados, y alejados de los ciudadanos; quienes ni siquiera los incorporan en sus redes sociales, y sólo les quedará maquillar cifras, mentir y solicitar a clientelas cautivas que los elogien sistemáticamente. Manolo se concentrará más en vencer que en convencer. Trae etiqueta de invencible que el tibio Carlos Orta no ha sabido romper. Así, los del PRI van por movilizar la maquinaria y los panistas a cachar votos de castigo y que no vayan a dar a Morena. Sin embargo, la gente percibe el deterioro acelerado de su calidad de vida, de su poder adquisitivo y de sus oportunidades sin progreso. Los políticos y los alcaldes serán señalados por lo hecho o por lo que dejaron de hacer en sus arranques, y posiblemente sean considerados como estorbos para que los ciudadanos puedan cumplir sus sueños de seguridad y progreso.

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